Democracia Radical Web

EL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO Y LA DEMOCRACIA
Tarso Genro
 

El Presupuesto Participativo y el Estado

La construcción de una opinión pública independiente
La consolidación de la Democracia
La crítica práctica de la Libertad
La implantación y sus dificultades
El crecimiento
El papel de los coordinadores de distrito
El papel de los lideres de las comunidades
El Presupuesto Participativo y los medios
 


EL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO Y EL ESTADO

Estos últimos años, las ciudades se han visto obligadas a jugar un papel de primera importancia, conduciendo experiencias políticas originales y creando nuevas instituciones. Por todas partes la ciudad y su evolución, así como el porvenir de la población enfrentada a condiciones de vida dramáticas, son objeto de debate y de investigaciones entre los políticos, en la universidad, en las ONG, etc.

La importancia creciente del papel de las ciudades tiende, por una parte, a la globalización económica que, al reducirse la importancia de los Estados nacionales, vuelve a la esfera de lo local y, por otra parte, a la superconcentración de problemas, debida a los fenómenos de urbanización creciente.

 Las presiones más diversas, todo tipo de cuestiones, convergen en el alcalde. «Las respuestas locales a estos nuevos dilemas urbanos son a menudo más eficaces; están construidas teniendo en cuenta las percepciones, la motivación y la cultura de la población; se basan en las realidades locales»[1]. Las políticas sociales eficaces deberían partir del nivel local, éste es un punto de vista en que coinciden los investigadores.

 Las soluciones nacionales llevadas a cabo por tecnócratas que no saben nada de la vida cotidiana de la mayoría de la gente, cada vez resultan más inadaptadas. Esto proporciona un nuevo papel a las ciudades, como han demostrado los estudios de los sociólogos, economistas y otros investigadores en ciencias sociales. Si se desea reconstruir el Estado nacional, no sólo desde arriba sino también invirtiendo el movimiento y partiendo de abajo, es indispensable un gran esfuerzo de reflexión intelectual: es decir, cómo repensar el Estado a partir de un nuevo tipo de descentralización y de un nuevo procesode democratización, experimentados en relación con la vida cotidiana de la población. Otro punto de convergencia entre los investigadores: « Un gobierno local, que quiera responder a los déficits urbanos actualesyproponer un auténtico proyecto de ciudad tiene que ser un gobierno promotor» [2].

 En efecto, debe hacer, emprender, intervenir, y no sólo «administrar». Esta formulación es ajustada pero insuficiente: «promotor», sí, pero cuidado, algunas inversiones pueden acentuar las diferencias sociales. Sería mejor preguntarse: ¿promotor de qué? ¿para quién? ¿para qué proyecto de sociedad? ¿qué experimentos hay que llevar a cabo para repensar este nuevo tipo de Estado?

Bolonia y Barcelona son un ejemplo de ello. Estas ciudades reflexionan de forma estratégica, planificando el desarrollo económico, cultural, repensando los espacios públicos urbanos, a partir de nuevos conceptos, incluso a partir de un nuevo concepto de ciudadanía. Los modelos que permiten pensar el futuro de las ciudades tienen, evidentemente, fundamentos ideológicos y políticos. La forma y el contenido de las proposiciones de los gobiernos locales deben ser examinados a partir de la pregunta: ¿a quién van dirigidas?

La experiencia del Presupuesto Participativo de Porto Alegre se sale de lo común. Esta experiencia no se contenta con desarrollar una forma de participación popular, ni simplemente con «engrasar» los mecanismos de la democracia formal. Esta experiencia va mucho más allá: aporta una auténtica respuesta a este déficit de renovación de la democracia de la acción política creando un nuevo «espacio público» donde se encuentran los simples ciudadanos, el poder legislativo y el poder ejecutivo y este espacio público se convierte en el auténtico centro de decisión. Este es un espacio público totalmente nuevo que permite la emergencia de una ciudadanía más consciente, más crítica y más exigente.

Este nuevo centro de decisión, que tiene una incidencia directa sobre el tipo y la oportunidad de las inversiones públicas, ha sido fundamental para generar un reparto mejor de la riqueza y para contribuir de este modo a la socialización de ¡apolítica. Un reparto mejor de la riqueza sin socialización de la política no representa un gran cambio y puede llevar incluso a un cierto paternalismo que perjudique la afirmación de la autonomía de los individuos y de las organizaciones de base de la sociedad. Socializar la política sin tocar la riqueza puede desanimar a los que se dedican a la lucha política y puede producir por consiguiente un repliegue progresivo de las personas a la esfera de su vida privada.

En las raíces de la experiencia del Presupuesto Participativo de Porto Alegre se puede encontrar un cierto tipo de respuesta a lo que denominamos la «crisis del Estado».

«La crisis del Estado no se basa sólo en la incapacidad de aportar respuestas satisfactorias a toda una parte de la sociedad. Se basa también en la creciente falta de transparencia y en su indiferencia ante una realidad social que se fragmenta buscando incansablemente alternativas a través de conflictos, de movimientos, productores de nuevas identidades, que tienden a romper el aislamiento profundo de los individuos. La desestructuración del tipo de vida moderna vinculada a la desaparición del mundo de la fábrica, predominante desde la Revolución Industrial, y a la desaparición simultánea de la estructuración en clases sociales que engendraba, ha contribuido a radicalizar la impotencia burocrática del Estado, que ya no tiene ningún tipo de legitimidad a los ojos del ciudadano. El voto de cada cuatro años, punto fuerte y punto débil al mismo tiempo de la democracia representativa, parece corresponder cada vez menos a las necesidades de legitimidad de un poder que, en estos tiempos de complejidad, en que la dinámica social es incierta y fluida, necesita una confirmación continua».[3]

Esta cita no es superflua. Efectivamente, hoy en día la mayoría de Estados, y en particular el Estado brasileño, se preocupan sobre todo por los intereses privados. No es sorprendente, pues, que el simple ciudadano tenga la sensación de que este Estado es impotente y no puede parar el ascenso de la crisis social con su cortejo de paro, violencia, etc. ante este Estado «incompetente», que no escucha sus necesidades pero que en cambio sabe «extraer» riquezas: el ciudadano se convierte en una presa fácil para la ideología neoliberal.

Desde luego que el proceso del Presupuesto Participativo en la ciudad de Porto Alegre ni es perfecto ni resuelve este dilema histórico. El Presupuesto Participativo no sólo debe estar en constante mutación para renovarse y adaptarse al propio crecimiento de la conciencia de la ciudadanía, sino que debe ser visto como el comienzo de un camino. Un camino que debe ser atendido constantemente para, de una parte, recuperar la credibilidad del Estado mediante una experiencia a nivel local y, de otra, para mostrar que es posible reformarlo radicalmente (reformarlo en el sentido de transformar la relación entre el Estado y la Sociedad y también para «poner en tensión» al propio Estado, poniéndolo al servicio de los intereses del pueblo).

 

 LA CONSTRUCCIÓN DE UNA OPINIÓN PÚBLICA INDEPENDIENTE

 La ideología neoliberal, no sólo ataca la imagen del Estado, sino que también, a través de la forma de vivir derivada de la economía mundializada, hace pesar sobre los ciudadanos «la amenaza sorda de la represión y un desprecio constante por su opinión. Se les consulta muy pocas veces y estas consultas están desviadas por aquellos que controlan los medios de comunicación».[4]

Actualmente se llega a esta paradoja: se induce a la población a defender un «sistema» o un «modelo de vida» que le es perjudicial. El Presupuesto Participativo es un instrumento de resistencia a la uniformización totalitaria del pensamiento.

Introduce un medio de lucha muy innovador: los Consejos Populares, que estructuran los 16 distritos de la ciudad. Se convierten en lugares de gestación, de formación, de consolidación de una opinión pública independiente. Las comunidades, por el ejercicio directo de la acción política, se forman un juicio crítico y descubren las presiones ejercidas a través de los medios por las clases privilegiadas sobre el Estado para defender sus intereses de clase, ya que son minoritarios.

El Presupuesto Participativo genera una nueva forma de conciencia ciudadana a través de la democratización de las decisiones y de la información sobre las cuestiones públicas. Es dentro de este proceso que la gente comprende las funciones del Estado y sus límites y comienza a decidir con conocimiento de causa. Se constituye un espacio abierto y surgen las condiciones para la formación de un nuevo tipo de ciudadanía: una ciudadanía activa, participativa, crítica, que se diferencia de la ciudadanía tradicional, la de las demandas individuales, la de las sublevaciones aisladas e improductivas.
 
 

LA CONSOLIDACIÓN DE LA DEMOCRACIA

Para la mayor parte de los politólogos, «el campo de intervención del Estado no deja de disminuir»[5]. Esto no es totalmente exacto. El Estado sigue «regulando» el sistema económico, aunque él mismo esté sometido a las directrices del capital financiero, esencialmente «volátil». Este último domina el desarrollo económico mundial, que consiste en acumular inmensas riquezas al servicio de unos pocos centenares de instituciones financieras.

Las políticas «nacionales» aplicadas por los gobiernos neoliberales de cada país someten el Estado a las directrices del capital financiero. Estos grandes conglomerados financieros mundiales denominan «progreso» a esta superconcentración de riquezas y de poder en manos de algunos. Para ellos, esto es «el nuevo orden mundial».

La democracia política se basa en el principio de soberanía popular: los ciudadanos otorgan un mandato a sus gobernantes durante un tiempo determinado. La consecuencia de esto es una democracia que se traduce, por una parte, en el acceso del simple ciudadano a la política, pero, por otro lado, en los claros límites impuestos a su participación.

Las clases privilegiadas, que tienen al mismo tiempo el poder económico y la posibilidad de utilizar los medios de comunicación, participan mucho más fácilmente en los procesos electorales. Esto no es una razón suficiente para no reflexionar sobre un nuevo proyecto de emancipación, capaz de integrar el adelanto que representan unas elecciones regulares, pero con reglas justas. Esto nos obliga también a imaginar nuevas formas de relación con el poder con la finalidad de transformarlo y democratizarlo.

Para decirlo claramente, la democracia está en el orden del día. Recurrir a un tipo de régimen político autoritario y dictatorial bajo el pretexto de que defiende los intereses del pueblo y de los trabajadores sería un error. Los retos que tenemos que afrontar son bien claros: Se trata de democratizar radicalmente la democracia, de crear nuevos mecanismos que den salida a los intereses de la mayoría de la población y construir nuevas instituciones, por la reforma o por la ruptura, que permitan que las decisiones sobre el futuro sean decisiones siempre compartidas.

 Cuando se habla de democracia, «compartir» significa permitir a aquellos que han sido elegidos en sufragio universal -los representantes políticos-, y a aquellos que han salido de otras formas de participación directa en contacto con los movimientos sociales, acceder a otras formas de «decidir» juntos. El Presupuesto Participativo es uno de los medios para avanzar en este sentido, como lo demuestra su historia y su método.

En la doctrina republicana tradicional podemos encontrar las siguientes definiciones: «Hay democracia cuando varios grupos entran en contacto para conquistar el poder a través del voto de/pueblo».[6] Ciertamente, pero habría que atreverse a ir más allá. El ideal democrático tradicional no se preocupa por construir formas efectivas de «participación igualitaria», o en todo caso más igualitaria, que permitan alcanzar decisiones públicas. Tenemos que conseguirlo.

No tenemos elección. El mundo moderno, tal como evoluciona, engendrando una profunda exclusión, ya sea bajo regímenes autoritarios como bajo regímenes democráticos, nos obliga a poner en duda de nuevo este concepto de democracia. Un concepto para el cual la conquista del gobierno mediante el voto popular no agota la participación de la sociedad sino que, por el contrario, permite iniciar otro proceso creando dos polos de poder democrático: uno que proviene del voto y otro que proviene de las instituciones directas de participación.

Esto es al mismo tiempo un método de decisión y de emergencia de una forma de control sobre el Estado y sobre el gobierno. Para éste, hay que crear instituciones capaces de poner en práctica políticas que ofrecen un grado cada vez mayor de legitimidad social, dentro de un movimiento dialéctico en el cual estas políticas son el fruto de un «consenso» que surge de los «conflictos» abriendo progresivamente la escena pública a la intervención de todos los ciudadanos.

Dentro de esta óptica, democracia y libertad caminan de la mano; libertad significa posibilidad de influir sobre las decisiones que permiten, poco apoco, reducir las desigualdades de participación entre las clases sociales que, a su vez, permitirán combatir las verdaderas desigualdades sociales.

 
LA CRÍTICA PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

Cuando los marxistas se cuestionan la noción de libertad dentro del capitalismo, que no es más que la libertad «de los más poderosos», tienen razón, pero las sociedades comunistas surgidas del marxismo no supieron dar otra respuesta que la dictadura. La teoría marxista, además, no propone reflexionar sobre ninguna institución que pueda reforzar la libertad de los individuos y por consiguiente sea capaz de promover una igualdad estable, capaz de generar una nueva sociedad.

Para esta teoría, bajo el capitalismo, la libertad es «la libertad del propietario» y no la auténtica libertad de tener una propiedad, «la libertad anárquica y egoísta que generan los monopolios» y no la auténtica libertad de comerciar, «la emancipación del capital», bastante incontrolable, fuente de exclusión social y de corrupción y no la auténtica «emancipación de los individuos».

Las experiencias revolucionarias llevadas a cabo hasta ahora, aunque estén concebidas inicialmente para reducir las diferencias sociales, no han hecho más que transformar «un mundo de abundancia para pocos en un mundo de poco para todos»[7]. No han mejorado el Estado, ni han profundizado en la democracia, ni en la participación política. No han elevado el nivel de concienciación del ciudadano ni le han permitido sentirse un eslabón de la sociedad. No han puesto fin a la explotación, ni al egoísmo, ni al racismo, ni al sexismo. Aunque estuvieran inspirados en nobles ideales, no han logrado su objetivo.

Es evidente que el Presupuesto Participativo no es la única respuesta a este problema, pero es una experiencia que incide especialmente en la cuestión del «poder local». Se orienta hacia una forma universal de dirección del Estado y de creación de un nuevo tipo de Estado que combina la representación política tradicional (la de las elecciones periódicas) con la participación directa y voluntaria de los ciudadanos (a través de la creación de formas de «cogestión»). Así, los representantes elegidos en sufragio universal y los participantes surgidos de la democracia directa y voluntaria pueden tomar decisiones cada vez más relacionadas con los intereses de la población.

El proceso del Presupuesto Participativo realiza una crítica práctica de la libertad eminentemente formal: el ciudadano, una vez ha votado, vuelve a su casa hasta la próxima vez. Gracias al sesgo del Presupuesto Participativo, el ciudadano puede, de forma directa y concreta, dirigir la lucha por sus derechos combinando la decisión individual (querer participar) con la participación colectiva (que genera unas decisiones públicas).

 

LA IMPLANTACIÓN Y SUS DIFICULTADES
 

En Porto Alegre, la idea del Presupuesto Participativo apareció a partir de la campaña para las elecciones municipales de 1988. En aquel momento, el Partido dos Trabalhadores proponía en su programa democratizar las decisiones y gestionar apoyándose en los Consejos Populares. El objetivo era permitir a cada uno de los ciudadanos intervenir en la elaboración de las políticas públicas y en el conjunto de decisiones del municipio relacionadas con el futuro.

Esta idea estaba más inspirada en los principios generales de la Comuna de París y de los soviets que en las experiencias locales.

El objetivo del Partido dos Trabalhadores, así como de todos los partidos que apoyaban la candidatura de la izquierda en 1988, era realizar una especie de «transferencia» de poder hacia la clase obrera organizada. Así, la representación política tradicional, surgida de las urnas, sería «sustituida» gradualmente por la democracia directa.

Era sin duda una visión progresista y positiva, aunque extremadamente simplista. El programa municipal no indicaba ni la forma cómo esta transferencia de poder habría de realizarse, ni la forma cómo emergerían las nuevas instituciones de poder popular, ni cómo se resolvería la relación con la Cámara de Representantes municipales, organismo legítimo y que, según la constitución, tiene numerosas competencias.

 Como resultado de la victoria de la izquierda, después del primer año de mandato, había habido una gran afluencia de público a las reuniones plenarias de barrio. En los 16 distritos del Presupuesto Participativo los habitantes de las comunidades más pobres acudieron masivamente a las reuniones. Con su participación directa podían decidir inversiones que hacía decenios que reclamaban. Pero todos lo querían todo al mismo tiempo y exigían que el municipio hiciera honor a sus «promesas» electorales y emprendiera «inmediatamente» los trabajos destinados a mejorar sus barrios, totalmente abandonados por los poderes locales precedentes.

Pero el municipio no disponía ni de recursos ni de proyectos. Lo primero que había que hacer era reformar profundamente la fiscalidad local, para liberar recursos (por medio de los impuestos locales) y permitir así a la ciudad responder a las demandas y conseguir un nivel mínimo de credibilidad. Igualmente había que establecer un diálogo con la ciudad, crear unas condiciones políticas para que los ciudadanos tuvieran confianza en los nuevos métodos de gestión municipal, integrando, por primera vez en la historia de la ciudad, a los ciudadanos normales.

La primera gran reforma fiscal se realizó con una gran movilización de delegados y representantes del Presupuesto Participativo, después de una dificil negociación con la Cámara de Representantes municipales. Además, durante los dos mandatos del Partido dos Trabalhadores y del Frente Popular se hicieron otras modificaciones fiscales. Esto permitió aumentar la capacidad de recaudación del municipio (recaudación directa), que pasó gradualmente del 25% (en 1989) al 51%, aproximadamente, del total en 1996. Esta cifra se alcanzó en el último año del segundo gobierno del Frente Popular en la ciudad, que finalizó el 31 de diciembre de 1996.

 Aunque el dinero estaba «en la caja», no fue posible empezar inmediatamente el trabajo ya que era necesario, primero, pagar las deudas de los gobiernos municipales anteriores. La intensa participación de las comunidades en el primer año se redujo considerablemente al año siguiente, en la época de las reuniones del Presupuesto Participativo destinadas a «discutir la política impositiva» y «programar la realización de los trabajos planteados». La decepción fue grande. La reforma fiscal (llevada a cabo durante el primer año de mandato) sólo tuvo efectos sensibles para la población a partir de 1992. No fue hasta ese momento que se iniciaron la mayoría de trabajos decididos a lo largo de los dos primeros años del Presupuesto Participativo.

A pesar de la débil participación ciudadana en las sesiones plenarias de 1990 (segundo año del primer mandato) la alcaldía respetó las decisiones tomadas por la población. Como las inversiones se empezaron a poner en práctica, aunque con retraso, el «boca-oreja» empezó a funcionar en los barrios de las clases populares y sobre todo allí donde viven los trabajadores más pobres. Se decía que «aquellos trabajos habían sido decididos con la participación de los habitantes organizados». De hecho, la naturaleza y el tipo de trabajo ya expresaban el grado de conciencia de cada distrito y su grado de organización. El impacto de esta respuesta concreta a las demandas fue considerable.

 

EL CRECIMIENTO

A partir del segundo mandato (1990), el Presupuesto Participativo ya se perfilaba como un nuevo hecho político, estructurador de una nueva relación política del municipio con la sociedad civil. Con el arranque de los primeros trabajos, el boca-oreja y las informaciones emitidas a través de un programa de televisión realizado por la Coordinación de Comunicación Social de la Alcaldía, las comunidades comenzaron a darse cuenta de que «el Presupuesto Participativo valía la pena». La ciudad tomaba conciencia poco a poco de que el gobierno municipal reconocía realmente a los ciudadanos como la fuente de las decisiones más importantes. «Un hecho nuevo» en la forma de gobernar comenzaba a emerger.

Este «hecho nuevo» era, por una parte, la realización concreta de decisiones que emanaban de una base social pobre que había sido movilizada y, por otra, la transparencia de la gestión municipal. Se empezó a forjar un nuevo imaginario popular. Poco a poco, en los barrios populares, los líderes, que habían alcanzado una cierta notoriedad gracias al «clientelismo» y al tráfico de influencias, perdieron sus redes personales y empezaron a cambiar de comportamiento.

Desde el primer año, el municipio emprendió un esfuerzo permanente para mostrar claramente que no rechazaba a ningún ciudadano por razones ideológicas o de partido. Se recordaba continuamente que se trataba de un proceso abierto, que todos los ciudadanos eran iguales frente al municipio, que todo ciudadano podía defender las inversiones que creyera necesarias. Para eso sólo era necesario que probase su capacidad de movilización y de participación activa en el proceso de decisión.
 
 

EL PAPEL DE LOS COORDINADORES DE DISTRITO

Las sesiones plenarias del Presupuesto Participativo van precedidas de un trabajo de información realizado por las asociaciones comunitarias, por los diarios de barrio, los boletines de asociaciones e incluso por folletos editados por el municipio invitando a la población a las sesiones. Unos días antes de la sesión plenaria, el municipio pone a disposición de los delegados y coordinadores de distritos un coche con megafonía que circula por los lugares más frecuentados de los barrios y vilas para recordar a la población el lugar y la hora de la reunión e invitar a todos a participar.

Al comienzo de la sesión, cada uno «se inscribe» (nombre y dirección) para conocer cuantos delegados elegirá esta asamblea. Sólo tienen derecho a participar las personas que viven en aquel distrito.

Para que una comunidad no «se impaciente», como pasa muy a menudo en este tipo de reuniones, la Secretaría Municipal de Cultura prevé unas piezas de teatro popular, pequeños sainetes que relatan aspectos importantes de la vida social, marionetas, música. A menudo también se presentan vídeos sobre el estado de los trabajos iniciados por el Plan de Inversiones del año anterior. Los representantes de la ciudad y los líderes del distrito son testigos de ello.

Todas las sesiones plenarias van acompañadas de una cierta tensión política. La presencia del alcalde y de los secretarios municipales facilita y estimula las críticas y la presentación de demandas, pero también las divergencias existentes entre los líderes del distrito, cada uno de los cuales intenta asumir el papel más importante.

Los coordinadores de los distritos del Presupuesto Participativo velan para que, en el turno de palabra, todos los microdistritos, todas las posiciones políticas presentes puedan expresarse. Los grupos de habitantes y entidades comunitarias, representados por sus líderes más reconocidos, designan a sus portavoces.

Maria Eunice de Andrade Araujo, filósofa y pedagoga, especialista en educación popular, coordinadora del Distrito Sur y Este de Porto Alegre de 1992 a 1996, ofrece el testimonio de su propia experiencia:

«Los coordinadores de distrito del Presupuesto Participativo, 'cuadros políticos' del municipio, vinculados a la Coordinación de Relaciones con la Comunidad (CRC), ocupan este lugar desde 1991 y deben cumplir las misiones siguientes:

Es fundamental que conozca las interioridades del municipio y la forma de funcionar de la maquinaria administrativa. No tiene que sustituir a los líderes comunitarios, sino ayudarlos a hacer de puente entre el poder municipal y la población, de alguna forma a 'acortar el camino'.

Finalmente, debe tener, además de la confianza de los altos responsables municipales, capacidad de interpelación de todos los sectores de la sociedad. Efectivamente, en situación de conflicto, a menudo juega un papel de mediador que exige cualificación, sentido común y compromiso. Es por este motivo que esta misión se confía a los mejores cuadros políticos. Para ello no hay ni formación ni cualificación específica. Nuestra única escuela deformación es la vida, la acción y una constante reflexión crítica.

En nuestro trabajo puede haber desviaciones: por ejemplo, sustituir al dirigente asociativo, lo que constituye una falta de respeto para la autonomía de los movimientos organizados, o asegurar deforma paternalista las tareas propias de la comunidad. Son desviaciones que debemos vigilar; ya que las relaciones de tu tela, generadoras de subordinación y de dependencia, todavía no han desaparecido totalmente de nuestra herencia política. Otra desviación nos preocupa: si se ha sido anteriormente militante en el barrio, se arriesga a no lograr ser imparcial. Es por esta razón que la Coordinación de Relaciones con la Comunidad (CRC) ha adoptado la norma siguiente: el coordinador de distrito no puede ejercer su actividad en el distrito donde vive. Finalmente, como dificultad suplementaria, asumir la responsabilidad de ser la ?cara? del poder municipal más cercano a la población y convertirse de esta forma en el blanco privilegiado en caso de éxitos o fracasos de las acciones municipales.

 Hemos visto como la participación de la población en el Presupuesto Participativo aumentaba progresivamente. Aunque la gente no asista de forma regular (dificultad a la que se enfrentan la mayoría de organizaciones de barrio actualmente), se pueden comprobar los signos de un refuerzo cuantitativo y cualitativo del movimiento organizado en Porto Alegre. Además, se debaten algunas temáticas transversales que hacen referencia a toda la ciudad (orden del día de las comisiones temáticas, Plan Director, etc.). Estos resultados positivos en gran parte son resultado de la acción militante de los coordinadores de distrito del Presupuesto Participativo».

 

EL PAPEL DE LOS LÍDERES DE LAS COMUNIDADES
 
Por haber sido uno de los testigos privilegiados de este proceso durante ocho años, he podido constatar tres tipos de actitudes en los líderes de las comunidades.
 

La conciencia de los líderes evoluciona a lo largo del proceso en la medida que todas las demandas, que surgen de las comunidades y por consiguiente compiten entre ellas, son debatidas en «la escena pública». Poco a poco, los líderes descubren no sólo los límites del poder público, sino también la «relatividad» de las necesidades de su barrio en relación con otras demandas más urgentes e importantes.
 
El proceso del Presupuesto Participativo no choca sólo con la estrechez y con los límites de la democracia representativa; se diferencia así del «consejerismo puro» (en el sentido de la Comuna de Paris o de los primeros soviets), proceso no regulado, en el cual los más listos aventajan a los demás, así como del «populismo tradicional», esencialmente consultivo, que no ve en la participación popular nada más que un simple elemento de información y de conocimiento utilizado por el ejecutivo para tomar sus decisiones.

El hecho de que el Presupuesto Participativo sea regulado con previsibilidad y al mismo tiempo sea abierto (cualquier ciudadano puede participar en él) crea, efectivamente, una cultura y una psicología en la cual los líderes tienen necesidad de conocer bien las reglas del proceso. Por una parte, deben respetarlas y, por otra, deben activar la participación del mayor número posible de personas si quieren incrementar su influencia en sus decisiones.

 El «populismo consultivo» conduce a la sumisión porque en última instancia, es el líder quien tiene el poder de decisión. El «consejerismo tradicional» estimula la habilidad política del líder que debe conmover a los participantes si quiere arrastrar a la gente en las sesiones plenarias. Este «consejerismo tradicional» no tiene reglas (ni autónomas ni provenientes del poder público) que organicen de forma democrática los debates en torno a las demandas.

Por el contrario, en el proceso del Presupuesto Participativo, la decisión sigue un curso previamente señalado que necesariamente ha de tener en cuenta las demandas de los demás distritos. El número de participantes, la habilidad en el debate, el respeto por las reglas aprobadas previamente por todos y el respeto de los demás líderes, son todos ellos parámetros que pesan sobre la decisión final.

 

EL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO Y LOS MEDIOS

El proceso del Presupuesto Participativo no ha gozado nunca del apoyo de la prensa local ni ha sido aceptado por ésta. Podría decirse que ha sido claramente ignorado por los medios locales, no sólo porque fuese visto como «algo del PT» (¡lo que es un «inmenso» honor para el partido!) sino sobre todo porque disminuye la presión que pueden ejercer los creadores de opinión y los grupos económicos sobre el Estado. Dicho de otro modo, en este proceso, la influencia sobre el Estado se ejerce de abajo a arriba. Los privilegiados, en este caso, son los que están dispuestos a participar, y no las denominadas personalidades que tienen influencia sobre los medios de comunicación o sobre la administración pública.

Muy pocos periodistas han aceptado participar en las Asambleas del Presupuesto Participativo. Los pocos que lo han hecho se han llevado una buena impresión (Raúl Moreau, Alfonso Ritter y otros). Aunque no estén relacionados con el Partido dos Trabalhadores, se han convertido en defensores del proceso y difunden información siempre que pueden.

Cuando el Presupuesto Participativo fue seleccionado para participar en Hábitat II (II Foro Mundial de Ciudades de la ONU) en Estambul, los medios de comunicación y los líderes de opinión, que lo habían ignorado de forma superlativa, se encontraron en una situación extremadamente incómoda. Algunos, ciertamente, no han abandonado sus prejuicios, no dejan pasar una sola ocasión para criticarlo; argumentan, incluso, que el Presupuesto Participativo sólo afecta a los «pequeños trabajos» sin importancia para el futuro de la ciudad.

Sus argumentos aún se han vuelto más inconsecuentes desde que el Presupuesto Participativo ha tomado decisiones que afectan a los grandes proyectos urbanos, como la rehabilitación del Mercado Público, la Depuradora de aguas de Ipanema y la construcción de cinco vías estructurales (obras estratégicas para el futuro de la ciudad). Muy influidos por la ideología conservadora, estos mismos periodistas no dudan en mantener que los «vileiros» sólo aprueban los mercados públicos porque estos sirven a sus intereses.

 Pedro Luiz da Silveira Qsório, periodista y coordinador de Comunicación Social del Ayuntamiento entre 1993 y 1996, analiza así la relación de los medios de comunicación con el Presupuesto Participativo.

 «En Porto Alegre, la desconsideración periodística por el Presupuesto Participativo se debe, básicamente, al reconocimiento, por las empresas de comunicación, del potencial revolucionario y transformador contenido en sus prácticas, flagrantemente contraria a sus intereses y a los de los grupos sociales que ellos representan. Hasta hoy, los diarios (con la excepción de los más de 40 diarios de barrios y comunidades que abrieron sus páginas a las informaciones sobre el Presupuesto Participativo), radios y televisiones de la capital gaúcha prácticamente no noticiaron el extraordinario hecho periodístico que es el Presupuesto Participativo. Se trata de un acontecimiento de características aun inéditas que reúne millares de personas, transcurre en la ciudad sede de las empresas de comunicación (por lo que no genera costes extraordinarios de cobertura), tiene una importancia social confirmada periódica y públicamente que ya fue noticia en la prensa de Río de Janeiro y de Sao Paulo y de otras regiones, tuvo y tiene reconocimiento y repercusión internacionales y se refiere a la vida cotidiana de millares de portoalegrenses (lo que justificaría, si fuese preciso, su inserción en las secciones de información local).

Si tales evidencias sociales fuesen todavía insuficientes para justificar la atención de la prensa, podríamos decir que el Presupuesto Participativo ofrece escenas particularmente pintorescas, instantáneas reveladoras a la mirada profesional de enormes posibilidades y de extraordinarias pautas, temas, reportajes y fotografías. Las reuniones del Presupuesto Participativo podrían ser puntos de partida tanto para noticias y temas sobre la administración popular -pues allí están expuestas sus debilidades y eventualmente sus méritos- como, y principalmente, para reportajes sobre la ciudad y su población.

En fin, no está de más recordar que los gaúchos destacan por su politización, y los debates estimulados por el Presupuesto Participativo son acordes con la índole y la cultura local. Son tan grandes las obviedades periodísticas que sólo una fuerte presión empresarial movida por intereses políticos y económicos puede determinar la permanencia del silencio en torno al Presupuesto Participativo. Pero, transcurridos ocho años, cualquier periodista debe también preguntarse si sus colegas no tuvieron o no tienen dificultades en discernir lo que sus patrones tan hábil y rápidamente percibieron. ¿La distancia que los periodistas mantienen con el Presupuesto Participativo se debe únicamente a la presión de la patronal y de los funcionarios contrarios? ¿En los últimos tiempos, no estarán impregnados los periodistas de una visión social simplificada y nihilista? ¿No serán cautivos de una postura que privilegia la denuncia como práctica que da sentido a su trabajosa vida profesional? ¿De hecho, en qué medida fue percibido el alcance político y social del Presupuesto Participativo? Por cierto, un debate sobre el lugar del periodismo y del periodista en la sociedad contribuiría a hacer frente al cerco impuesto por las empresas de comunicación.

 Porque, entre los muchos motivos que estas poseen para cotidianamente no respetar las reglas del buen periodismo y al público del cual viven, hay un motivo que ciertamente les preocupa mucho: esa manía del control público puede ponerse de moda, y entonces los medios de comunicación tendrían que rendir cuentas a la sociedad sobre sus desmanes».



 
[1] RUBLE, A. Blair et al. «Introduction: Globalism and Local Realities-Five Paths to the Urban Future». En Preparingfor the Urban Future... Washington, Woodrow Wilson Center Special Studies, 1996, p. 1.

[2] CASTELLS, Manuel y BORJA, Jordi. «As cidades como atores políticos». Noves Studos, Sáo Paulo, CEBRAP, n0 45, julio 1996, p. 158.

[3]UTZIG, José Eduardo. «Notas sobre o governo do PT em Porto Alegre». Novos Studos, Sáo Paulo, CEBRAP, n0 45, julio 1996, p. 213.

[4] CORREAS, Oscar. «El neoliberalismo en el imaginario jurídico». En Direito e neoliberalismo: elementos para urna leitura interdisciplinar. Curitiba, Ediçóes del Instituto Brasileiro de Estudos Jurídicos, 1996, PP. 4 y 5.

[5] TOURAINE, A. Carta aos socialistas. Lisboa, Ed. Terramar, 1996, p. 36.

[6] BOBBIO, Norberto etal. Dicionário de política. 2 vol., Brasilia, Ediçóes da Universidade de Brasilia, 1996, 2a ed., p. 326.

[7] DARHERNDORF, Ralf. O confito social moderno -um ensaio sobre a política da liberdade. Sáo Paulo/Rio de Janeiro, Ediçóes da Universidade de Sáo Paulo/Jorge Zahar Ediçóes, 1992, p. 23.


Tarso Genro. el que fue alcalde de la ciudad de un millón de habitantes, Porto Alegre (Brasil) y virtual candidato a la presidencia del Gobierno por el Partido de los Trabajadores, Tarso Genro, 51 años, estuvo el lunes (10/ 2/ 1999) en la sede de IC-V. Durante su alcaldía se aplicó un revolucionario sistema de participación ciudadana en que los  vecinos tenían control real de los presupuestos y poder decisión.

"El alcalde renuncia a decidir muchas cosas, pero eso amplia extraordinariamente su representatividad política"