Lucía Draín
El poder constituyente que fluye del acto revolucionario es impulsado por
el hambre, la injusticia, la rabia contenida durante un goteo de generaciones.
La Revolución crece en el corazón de los pueblos, y las décadas
se evaporan dejando a los hijos en las miserias de sus padres, enterrando
en el olvido la explotación de sus abuelos. Pero cuando llega el momento,
ese poder constituyente extiende un denso manto de justicia. Es sólo
un momento, un destello de justicia que ilumina, delatándolos, el
rostro de los explotadores, de sus policías y sus trovadores. Un fogonazo
que permite ver claramente por un instante el monstruo de las mil cabezas.
Luego la oscuridad se adueña de cada rincón. En tan poco tiempo
nada puede matar la bestia que ha crecido durante mil años.
Siempre es demasiado tarde para que brote la Revolución. Y en esas
escasas oportunidades nunca los pueblos ha conseguido aprehender y conservar
su espíritu de justicia, dejando que la Historia oscile con energía,
sacudida de la explotación a la dictadura. La Democracia es el único
complemento que puede mantener con vida el destello constituyente revolucionario.
Es el sistema que puede incorporar la dinámica de la que adolece la
Revolución, sólo un chispazo en el tiempo. Extirpados los explotadores
más visibles, sólo desde la democracia absoluta se puede identificar
a aquellos que permanecen ocultos y evitar la germinación de nuevos
depredadores. La única alternativa estable al capitalismo es la democracia
absoluta. La Democracia es, sin duda, la Revolución absoluta.
Hablamos de Democracia, pero las mayorías explotadas no pueden permitir
que sus logros revolucionarios se evaporen con los mecanismos ventajistas
que el capitalismo impone en el ejercicio democrático. Por ejemplo,
la revolución sandinista de Nicaragua empezó a esfumarse con
la pérdida de unas elecciones donde la burguesía local fue
propulsada con la ayuda adicional de tres millones de dólares del
National Endownment for Democracy (fundación del gobierno EE.UU). No
es de extrañar que la dictadura cubana utilizase aquel acontecimiento
para abortar una vez más el debate sobre el pluripartidismo (en lugar
de redefinir las condiciones del problema se decreta su nulidad). Al igual
que en los países del Este europeo, la dictadura cubana acabará
con la muerte de cuatro viejos olvidados y se impondrá la democracia
intervenida del capitalismo. Cuba habrá perdido su oportunidad.
Pero no olvidemos que la experiencia histórica demuestra que las
élites capitalistas no están dispuestas a la confrontación
pacífica en democracia. Ninguna intentona democrática que pretenda
modificar las relaciones de propiedad ha sobrevivido. Los procesos han sido
extirpados violentamente, olvidando las reglas que en otros momentos protegen
las victorias electorales del capitalismo. Los ejemplos son numerosos, Chile
del 73, España del 36, Guatemala del 54, Nicaragua del 86, Argelia
del 91, ...
En estas circunstancias parte de la izquierda no capitalista se pregunta
que sentido tiene apoyar o promover tan teatral sistema político. La
democracia capitalista (el término tiene más significado histórico
que técnico) acota el universo político accesible por la soberanía
popular. La propiedad privada masiva la gestionan directamente sus propietarios.
Cabe preguntarse qué sentido tiene ganar numéricamente unas
elecciones y tomar medidas que serán combatidas desde la ventaja desproporcionada
del capital nacional e internacional. La propiedad privada masiva y su sistema
de perpetuación, la herencia, devalúan y deslegitiman la democracia
capitalista como sistema de regulación de la convivencia entre individuos
libres, y sobre todo iguales. Dada la evidencia histórica de que el
capitalismo termina utilizando la represión sangrienta o el chantaje
financiero cuando percibe su modelo amenazado, quedan pocas situaciones políticas
desde donde sea posible la transición a la Democracia. Son los regímenes
no sometidos al capitalismo los que se encuentran en una utópica posición
óptima para constituir las primeras experiencias democráticas
plenas. Oportunidad hasta ahora desaprovechada.
La implementación capitalista de la Democracia se ha convertido
en el régimen hegemónico a finales del siglo XX. Se trata de
un lento proceso iniciado con las democracias liberales (temerosas del sufragio
universal) y que ha evolucionado hasta lograr verdaderas maquinarias de fabricación
de mayorías. Por ello no cabe esperar ninguna capacidad de transición
desde el capitalismo a la Democracia. El esfuerzo es mayúsculo, o
tal vez imposible. La democracia capitalista se ha constituido no sobre la
conciencia de soberanía popular, más bien se ha estabilizado
inspirándose en la sustitución de la Fuerza por el Engaño
Los niveles de vaciado democrático que alcanzan las democracias
capitalistas son espectaculares, sucesivas capas chantajistas desactivan cualquier
política alternativa. Por un lado existe la permanente amenaza a la
desinversión, el bloqueo económico, el estrangulamiento comercial,
la hecatombe financiera de una sociedad a la que nunca se le permitirá
evolucionar libremente. Por otro lado, cuando la disuasión es insuficiente,
se utiliza la represión sangrienta en forma de golpe a la democracia
o mediante terror sistemático propio de las dictaduras capitalistas
(véase las tragicómicas predemocracias latinoamericanas). Y
como última garantía de fuerza se dispone de la intervención
militar extranjera, la historia del siglo XX está plagada de invasiones
del ejercito del capital, la potencia nuclear de EE.UU. con cobertura mundial.
No es de extrañar que en tan triste panorama parezca que Revolución
y Democracia son incompatibles. En realidad, es la democracia capitalista
la que debe ser desactivada, más concretamente sus mecanismos ventajistas.
Merece la pena analizar cuáles son las desviaciones y mecanismos
ventajistas de la democracia capitalista. El objetivo es ser capaces de formular
propuestas concretas que reduzcan la corrupción introducida en el
más bello de los regímenes: la Democracia, nuestra Revolución
absoluta. Por un lado, es necesario potenciar la casi inexistente democracia
directa. Por otro, identificar dos importantes mecanismos donde la ventaja
económica de los poderes capitalistas desvirtúa el ejercicio
democrático, deslegitimándolo. Hablamos de la desproporcionada
capacidad de financiación electoral que tienen los partidos políticos
de simpatía capitalista, y del espectacular crecimiento mercantil
de los medios de comunicación. Del análisis de ambos aspectos
pueden extraerse iniciativas concretas que pueden bloquear el crecimiento
o desestabilizar la actual democracia capitalista.
Democracia directa
Una extendida perversión ideológica es la reducción
de la Democracia a los procedimientos electorales de la democracia representativa.
Aun siendo uno de sus pilares básicos, la identificación milimétrica
de la democracia representativa con el concepto de Democracia supone la negación
de otros importantisimos mecanismos. En particular, la democracia directa
se encuentra infradesarrollada técnica y políticamente. Sus
más conocidos procedimientos, el referéndum vinculante y las
iniciativas populares, están bloqueados en casi todos los estados
autoproclamados demócratas. Incluso en la celebrada democracia suiza
el ejecutivo posee una reserva legal contra los resultados en referéndum.
Otros procedimientos de democracia directa son una entelequia casi sin desarrollo
teórico. Por ejemplo, los mecanismos de disolución o cese por
iniciativa popular, o el control popular de la guerra.
La democracia directa debe lograr un estado de igualdad con la democracia
representativa. Ambas son necesarias, y se impone el diseño de procedimientos
que aseguren simultáneamente su independencia y colaboración.
Pero nunca debemos olvidar que el sujeto soberano es la sociedad, el pueblo
o como se quiera denominar a todos y a cada uno de nosotros. Los derechos
de democracia directa deben estar extremadamente protegidos en la Constitución.
Desgraciadamente, en las autoproclamadas democracias que nos rodean estos
derechos no han alcanzado apenas un estado embrionario.
Una situación semejante sufre la democracia directa de tipo asambleario
que podría legitimar la dirección de pequeños colectivos
confiriéndole un envidiable carácter autogestionario. Pero la
democracia capitalista evita dotar de fuerza jurídica las resoluciones
asamblearias de asociaciones de vecinos, centros de trabajo o enseñanza,
y otros pequeños colectivos.
Financiación política
La financiación de los partidos políticos es un tema recurrente
en el debate fungible de la política diaria, pero increíblemente
la astronómica desproporción financiera parece ser un tema tabú.
La financiación de los partidos capitalistas alcanza desproporciones
logarítmicas tan abrumadoras que es admisible la aproximación
maniquea de que sólo los partidos capitalistas disponen de financiación.
Los fondos públicos son una pequeña fracción sepultada
por las donaciones particulares e institucionales, créditos bancarios
condonados, financiación político-internacional, servicios
mercantiles gratuitos, actividad comercial alrededor de asociaciones y ONGs
satélites y un estrambótico etcétera. Esta variedad
de procedimientos es la que hace casi inviable su eficaz regulación.
Regulación, que por otro lado, nunca podrá anular la lógica
tendencia del capital a defender sus intereses de clase.
Aun siendo estrictamente necesaria la persecución penal de cualquier
forma de financiación no pública, es una solución incompleta,
cuya única virtud es mantener en la ilegalidad formal la ventaja financiera.
Es también necesario incorporar procedimientos que reduzcan las necesidades
financieras de los partidos, obligándoles a reducir su gasto.
Se requiere un esfuerzo, siempre inacabado, de imaginación para
el diseño de técnicas adecuadas. A título de ejemplo,
sería eficaz la desaparición de las grandes campañas
electorales en elecciones legislativas. La celebración rotatoria de
elecciones en cada circunscripción, sin que coincidan todas en un
mismo día, es una técnica que reduce sustancialmente las necesidades
financieras. Además de otras importantes virtudes políticas
esta descentralización temporal minimiza las ingentes cantidades destinadas
a la mercadotecnia política. Sin ánimo de agotar las posibles
iniciativas para frenar las necesidades de financiación, se puede
señalar también otra importante iniciativa. La dotación
por el Estado de recursos (inmobiliarios, organizativos, ...) a los partidos,
con carácter obligatorio y excluyente.
Muchas de las normas legales diseñadas con este fin son de difícil
aplicación. La experiencia histórica demuestra que cuando se
intenta perseguir legalmente transgesiones de la financiación electoral,
los partidos reaccionan politizando la infracción, creando un ambiente
de victimismo. Sin duda, la eficacia de este tipo de normas requiere de una
amplia concienciación política en la sociedad, en términos
de opinión pública que exija la igualdad de oportunidades,
sin las espectaculares ventajas financieras actuales. En este sentido, las
sociedades que han sufrido durante años los prejuicios de la democracia
capitalista se encuentran en clara desventaja para reorganizar su Estado
hacia la Democracia.
La estrategia de inducir la igualdad de oportunidades entre partidos políticos
no carece de peligros. La exclusiva dependencia financiera respecto del Estado
aumentaría la burocratización , pudiéndose llegar a
bloquearse la dinámica democrática de nuevas ideas y organizaciones,
estrangulando la capacidad constituyente de la sociedad. Por otro lado, la
fortaleza de los partidos puede caer por debajo del potencial organizativo
y mediático de otras organizaciones históricas como son las
religiones.
Medios de comunicación masiva
Los medios de comunicación son en todos los regímenes piedra
angular de perpetuación. Ningún sistema político deja
de utilizarlos como instrumento de propaganda. Su eficacia es proporcional
al volumen de población al que tiene acceso, siendo la audiencia de
televisión y radio sustancialmente superior a la prensa escrita. No
es de extrañar que sean aquellos los medios más intervenidos
por los regímenes de todo tipo.
La democracia capitalista no es una excepción, sólo cabe
destacar que ha estabilizado sus propios mecanismos, compatibles con el principio
de sustituir la Fuerza por el Engaño. A pesar de ello, en muchos de
los estados autoproclamados democráticos (entre ellos España)
la libre difusión por radio o televisión se encuentra prohibida.
Es necesaria una licencia política, sin contenidos técnicos,
otorgada discrecionalmente por el propio régimen. El mismo tipo de
prohibición se ejerce en los niveles de distribución: plataformas
digitales de comunicación, gestión del cable ...
Sin embargo, la prohibición directa es una práctica en desuso
en las democracias capitalistas más avanzadas. En este caso es el
carácter empresarial de los medios de comunicación lo que ha
logrado alcanzar una solución aceptable para las élites del
capital. Los medios de comunicación suelen pertenecer a grandes conglomerados
empresariales, gobernados por la lógica mercantil del beneficio, grupos
industriales y financieros con intereses en los más dispares sectores.
No es de extrañar que excluyan contenidos inadecuados no sólo
con el sistema capitalista, si no también con la estabilidad política
del régimen que los acoge.
Pero la estructura mercantil de los medios de comunicación no es
por si misma la causa del alineamiento con el régimen capitalista.
Esta relación sólo se maximiza en el caso de los grandes conglomerados
mediáticos. Es, en cambio, la composición del mercado publicitario
el elemento que limita el crecimiento de cualquier medio de comunicación
no alineado. Como media, el 80% de los ingresos en televisión, radio
y prensa se debe al mercado publicitario. La clientela real de los medios
son la empresa privada y las propias instituciones del régimen.
También en las democracias capitalistas se han estabilizados severísimos
tabúes. Por que aunque se permite (e incluso se alienta) el debate
sobre temas menores, pueden identificarse tres grandes bloques de opinión
radicalmente intervenidos: la autolegitimación de la estructura política
del régimen, los conflictos armados del estado y la economía
capitalista. Es una obviedad comprobar la corta vida de las producciones
que cuestionan los bloques de opinión censurados. Las penurias publicitarias
tanto a nivel privado como institucional reducen su vida a pocos meses.
El problema de los medios de comunicación es un tema central, un
prerrequisito, para el nacimiento de la Democracia. Seamos conscientes que
las actuales técnicas de propaganda se encuentran muy evolucionadas,
basadas fundamentalmente en el silencio y el ocultamiento de aquella parte
de la realidad que perturba la doctrina oficial de los bloques de opinión
intervenidos. Actualmente, no es muy frecuente presenciar la difamación,
la distorsión directa o la mentira. Es más bien el silencio.
El silencio selectivo que reduce el universo político a las dimensiones
adecuadas, el lugar donde el debate está permitido. En algunos casos
se han alcanzado niveles tragicómicos, como en la información
internacional donde los medios de comunicación se alimentan mayoritariamente
de unas pocas agencias. Verdaderos nodos de realidad virtual al servicio de
sus élites propietarias.
En estas circunstancias el ejercicio democrático, la opinión
popular, la libre elección alcanza la categoría de farsa. Si
el silencio da forma a nuestro universo, ¿cómo podemos opinar
o juzgar sobre lo que no existe?. La fabricación de mayorías
se ha convertido en la principal perversión de nuestras autoproclamadas
democracias. Esta sustitución de la Fuerza por el Engaño ha
dotado a dichos regímenes de una altísima estabilidad, muy
superior a la conseguida por las dictaduras directas con sus medios de propaganda.
Pero nunca debemos olvidar que frente a esta terrible realidad convive
la necesidad de que los medios puedan nacer y desarrollarse libremente por
iniciativa privada, social, institucional o de cualquier otra naturaleza.
Así pues, es urgente la investigación de técnicas y
decisiones políticas que desactiven el actual problema político
al tiempo que se fomente tanto la libertad de expresión como la de
difusión.
Quizás una de las iniciativas mejor orientadas a la esencia del
problema sea la obligatoriedad de que los medios de comunicación sean
empresas sin ánimo de lucro. Un estatus semejante al que se exige
a las empresas relacionadas con la donación médica. La restricción
del beneficio cero reduce la fortísima dependencia respecto del mercado
publicitario, al tiempo que facilita la competencia con los actuales grandes
propietarios de medios. No se trata de una medida que pueda operare aisladamente,
necesita de otras decisiones políticas como es la titularidad pública
del soporte tecnológico que requiere de muy altas inversiones.
Democracia absoluta
Siempre será insuficiente insistir en la falta de legitimidad de
la democracia capitalista. La confrontación democrática se
encuentra viciada por mecanismos ventajistas que otorgan a los grandes propietarios,
herederos y rentistas el control de toda la sociedad. Aún más
allá, la propia Historia nos recuerda lo que la más pura lógica
permite deducir: el capital no consiente transiciones pacíficas hacía
regímenes que cuestionen los prejuicios de la propiedad y herencia
masiva.
Desgraciadamente, la Revolución sigue siendo necesaria e incluso
imperiosa en gran parte de la Humanidad. Pero la Revolución no puede
ser la antesala de la dictadura, y en esto también la Historia es terca.
El futuro nos depara lo mismo que el pasado nos recuerda: revoluciones sociales
(muchas de ellas manipuladas por nacionalismos y religiones) la mayoría
de las cuales serán de nuevo ahogadas en sangre con un reguero de
mártires olvidados.
El precio de la Revolución es muy alto, una o dos generaciones son
sacrificadas por las élites en cada intentona fracasada. Cuando la
Revolución triunfa reaparece una oportunidad hasta hoy nunca aprovechada,
el nacimiento de la Democracia. Por que hay un signo escrito en el tiempo,
la democracia absoluta.
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